Luego de tomar nuestros datos personales y de advertirnos que no volvieramos mas por allí, nos dejaron ir. A esas alturas mi odio hacia los guardias crecía y al salir a la calle provoque al otro guardia que hizo el ademán de cargarnos, pero ya estabamos fuera de su terreno.
Luego de este incidente no teníamos ganas de hablar y nos separamos. Subí y baje una y otra vez una calle empedrada, paseando mi rabia, hasta que logré calmarme.
Ya podía compartir lo que Chaquetón solía decir: Mi corazón es un diamante de odio puro.
Lo último que supe de Chaquetón fue a través de una postal que envío desde los Pirineos. Con lo ahorrado en los últimos años compró un terreno cerca de la frontera. El lugar contaba con un pajar que comenzó a habilitar como vivienda. En el estado actual solo servía para vivir en Verano. Al llegar el invierno cuando la nieve comenzaba a cubrirlo todo, Chaquetón se trasladaba a una hospedería para indigentes en el pueblo mas cercano.
Fin