No sabía que Roma quedaba tan cerca de mar.
Apenas sobrevolamos la costa comienza el aterrizaje.
El aeropuerto se ve como si estuviésemos a principio de los años 60, aunque tiene partes modernas que no se ven a primera vista.
Dejo mi equipaje en la custodia, atendida por viejos porteros que parecen guardias ferroviarios.
Un pasillo nos conduce justamente a la estación de trenes, en uno de ellos llegamos a Roma.
Un amigo dice que no hay que visitar las ciudades en verano. Si uno quiere tomar el pulso real de un lugar hay que buscar otras fechas.
Por cierto que en verano encontramos muchos turistas y pocos romanos.
Entonces de acuerdo a esta sesgada visión serán mis opiniones.
miércoles, mayo 23, 2007
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